La articulación sacroilíaca (SIJ) conecta el sacro —la base de la columna vertebral— con los huesos ilíacos de la pelvis.
A pesar de que su movimiento es mínimo, su función es esencial: amortiguar las fuerzas que se transmiten entre el tronco y las piernas y mantener la estabilidad de la pelvis al caminar, levantarse o girar.
Está reforzada por potentes ligamentos —sacroilíacos posteriores, interóseos, sacrotuberosos, sacroespinosos e iliolumbares— que actúan como auténticos cables de sujeción.
Cuando alguno de ellos se inflama o pierde tensión, aparece dolor en la parte baja de la espalda o el glúteo.
La sacroilíaca forma parte del mecanismo de estabilidad pélvica: una combinación de presión articular, tensión ligamentaria y tono muscular.
Cuando este equilibrio se rompe, surgen microdesplazamientos que irritan las terminaciones nerviosas.
Esto ocurre, por ejemplo:
· Tras una artrodesis lumbar, donde la pérdida de movilidad en los segmentos fusionados sobrecarga la pelvis.
· En deportistas o pacientes con debilidad de glúteos o core.
· Durante el embarazo, por la relajación hormonal de los ligamentos.
El resultado es un dolor lumbar bajo que a menudo se confunde con una hernia o una lumbociática, pero tiene un origen articular y ligamentario.
Se estima que hasta el 30 % de los pacientes con dolor lumbar crónico padecen una disfunción sacroilíaca.
El diagnóstico se basa en la historia clínica, la exploración física y, cuando es necesario, bloqueos diagnósticos guiados por imagen.
El dolor sacroilíaco suele reproducirse con maniobras específicas como:
· Test de Fortin: el paciente señala el punto doloroso justo debajo de la espina ilíaca posterosuperior.
· FABER (Flexión-Abducción-Rotación externa): provoca dolor glúteo o inguinal.
· Gaenslen: flexión de una pierna y extensión de la otra, que tensa la articulación.
· Compresión o distracción pélvica: presión lateral o separación de las crestas ilíacas.
· Thigh Thrust: presión sobre el fémur con el paciente tumbado.
Si tres o más maniobras son positivas, el diagnóstico clínico es muy probable.
El diagnóstico se confirma mediante un bloqueo anestésico ecoguiado o bajo rayos X.
Al inyectar un anestésico en la articulación, si el dolor desaparece temporalmente, se confirma el origen sacroilíaco.
La ecografía permite además visualizar los ligamentos posteriores (sacroilíaco largo y corto, sacrotuberoso, iliolumbar), que con frecuencia también son fuente de dolor.
En muchos casos, el problema no está solo dentro de la articulación, sino también en los ligamentos que la estabilizan.
El tratamiento comienza con infiltraciones precisas bajo ecografía o fluoroscopia, evitando punciones ciegas.
Estas técnicas permiten aplicar medicación directamente sobre la zona inflamada, con una recuperación inmediata.
Tradicionalmente se empleaban corticoides, pero su efecto es limitado y puede alterar la calidad del colágeno ligamentario.
Hoy, gracias a la medicina regenerativa, disponemos de alternativas más seguras y efectivas.
El plasma rico en plaquetas (PRP) y los concentrados celulares autólogos estimulan la reparación de los tejidos lesionados.
Aplicados sobre la articulación y los ligamentos que la rodean, reducen la inflamación y favorecen la regeneración del colágeno.
Estudios recientes (Goodwin et al., 2023; Singla et al., 2017) muestran que el PRP proporciona una mejoría funcional más duradera y menos efectos secundarios que las infiltraciones con corticoides.
El procedimiento se realiza de forma ambulatoria y guiado por imagen, sin necesidad de anestesia general ni ingreso.

En casos donde el dolor tiene un componente neuropático, se emplea radiofrecuencia pulsada (PRF) sobre las ramas dorsales que transmiten la señal dolorosa.
Modula la conducción nerviosa sin lesionar el nervio, con alivio prolongado y excelente tolerancia.
Cuando el dolor es crónico o refractario, puede realizarse una denervación térmica controlada:
· La técnica Palisade utiliza agujas dispuestas en paralelo que crean una línea térmica continua.
· El sistema Simplicity™ permite un abordaje con una sola punción mediante un electrodo multicanal.
Ambas técnicas logran un alivio de larga duración (12–18 meses) y mejoran significativamente la calidad de vida.
Tras la infiltración o radiofrecuencia, el paciente puede caminar y retomar su actividad normal en pocos días.
Las terapias regenerativas continúan actuando durante semanas, fortaleciendo los ligamentos y restaurando la estabilidad pélvica.
El seguimiento incluye ejercicios de fortalecimiento de glúteos y core, fisioterapia y control postural.
El dolor sacroilíaco, aunque frecuentemente infradiagnosticado, tiene tratamiento efectivo.
El enfoque actual combina precisión diagnóstica, medicina regenerativa y técnicas mínimamente invasivas para reducir el dolor y mejorar la función sin recurrir a cirugía.
En la Unidad del Dolor del Dr. García Henares tratamos tanto la articulación como sus ligamentos de soporte, con técnicas guiadas por imagen y terapias regenerativas personalizadas.
Unidad del Dolor y Medicina Regenerativa – Dr. Juan Fernando García Henares
Quirónsalud Alicante | Traumacare Torrevieja
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