IEl herpes zóster es más frecuente de lo que pensamos: una de cada tres personas lo padecerá en algún momento de su vida.
Y, entre quienes lo sufren, hasta un 30 % desarrollará un dolor que persiste semanas, meses o incluso años después de que la piel haya sanado. Ese dolor se llama neuralgia posherpética (NPH).
Quien vive con ella habla de un ardor constante, pinchazos eléctricos, una presión intensa o un dolor que se desencadena simplemente al roce de la ropa. En muchos casos afecta al sueño, al estado de ánimo y a la calidad de vida.
La buena noticia es que hoy sabemos mucho mejor por qué ocurre y, sobre todo, cómo se puede tratar.
La neuralgia posherpética es el dolor que persiste más de 90 días después del brote de herpes zóster.
El mismo virus que provocó la varicela en la infancia se queda “dormido” durante años en un punto muy concreto del sistema nervioso: el ganglio de la raíz dorsal, una pequeña estación donde el nervio recoge y envía toda la sensibilidad.
Cuando el virus se reactiva, inflama y daña las fibras nerviosas. Aunque la piel sane, el nervio sigue irritado y envía señales de dolor sin motivo real.
Por eso el paciente siente quemazón, latigazos o alodinia (dolor al tacto suave).
La NPH es más frecuente en mayores de 60 años, en personas que tuvieron mucho dolor durante el zóster y en pacientes inmunodeprimidos.
El dolor persiste porque el nervio permanece encendido.
Esto ocurre por varios mecanismos que se solapan:
El virus invade las neuronas sensoriales y genera una inflamación que puede mantenerse durante meses.
La “capa aislante” del nervio se deteriora y lo deja hipersensible.
Especialmente TRPV1 (sensación de quemazón) y canales de sodio como Nav1.7 y Nav1.8, responsables de descargas eléctricas.
El nervio transmite impulsos dolorosos incluso sin estímulo, y el sistema nervioso central amplifica esas señales.
La zona afectada interpreta como dolor cosas tan leves como rozarse con la ropa.

La primera línea de tratamiento actúa intentando modular esa hiperexcitabilidad del nervio:
Estos tratamientos no siempre eliminan el dolor por completo, pero pueden reducirlo de forma importante.
Cuando el dolor persiste pese a la medicación, existen técnicas muy efectivas dirigidas al origen del problema: el nervio.
Radiofrecuencia pulsada del ganglio dorsal (PRF-DRG)
La PRF modula la actividad del nervio sin lesionarlo, utilizando pulsos eléctricos a 42 °C. Estudios recientes muestran reducciones importantes del dolor y mejoras del sueño. Cuando se combina con PRP, los resultados son aún mejores: mejora más rápida, mayor duración del alivio y mejor descanso nocturno.
La combinación PRF + ozono perirradicular también ha demostrado disminuir la inflamación y reducir las descargas eléctricas del nervio.
Neuromodulación del ganglio dorsal (DRG-S)
Esta técnica es especialmente útil en casos refractarios. Consiste en aplicar microestímulos eléctricos sobre el DRG, que ayudan a “reeducar” el nervio y a estabilizar su actividad. Estudios de 2025 muestran mejoras mantenidas en dolor, sueño y calidad de vida.
El tratamiento del dolor neuropático no se limita a medicamentos o técnLas terapias regenerativas están cambiando la manera de abordar el dolor neuropático:
PRP (plasma rico en plaquetas)
Contiene factores de crecimiento que favorecen la reparación axonal.
En etapas precoces del herpes zóster puede incluso disminuir la probabilidad de desarrollar NPH.
Ozono médico perirradicular
Actúa como antioxidante y reduce la inflamación crónica del nervio.
Concentrado de médula ósea (BMAC)
Aporta células mesenquimales y citoquinas antiinflamatorias.
En casos muy resistentes, algunos estudios han mostrado recuperación completa del dolor.
La vacuna recombinante adyuvada Shingrix® reduce más del 85–90 % el riesgo de herpes zóster y de neuralgia posherpética.
Es la herramienta preventiva más eficaz, especialmente a partir de los 50 años o en personas inmunodeprimidas.
La neuralgia posherpética no es un “dolor residual” ni algo que debas asumir como inevitable. Hoy disponemos de tratamientos capaces de modular, desinflamar y regenerar el nervio dañado, con resultados muy favorables incluso en casos antiguos.
El abordaje moderno combina fármacos, técnicas intervencionistas y terapias regenerativas, siempre adaptadas a cada paciente. Con ello, es posible recuperar calidad de vida y volver a tener control sobre el dolor.
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